En alguna época perdida en la memoria, alguien, un profesol, que dijo que el Sol existía y que era el agente responsable de toda la vida en el Mundo, y desde ese entonces hasta la Edad Media, el Mundo se dividió en los que creían en el Sol y los que no.
Los que no creían en el Sol argumentaban que no lo sentían, y efectivamente, en ese Mundo si uno tomaba "sol" en cueros no se quemaba, sólo se producía un sutil bronceado que por ser ciegos nadie notaba.
En cambio, lo que sí creían en el profesol, decían que podían sentir sobre sus rostros y las palmas de sus manos una sutil caricia, que hacía evidente la presencia del Sol en algunos momentos. Claro, ellos tampoco sabían que existía la noche como tal, sólo conocían el Gran Frío y sabían que eso regulaba el paso del tiempo, pero eran incapaces de relacionar estos acontecimientos con el Sol como tal, pero intuían que era Él quien hacía retroceder el Gran Frío, mientras que los otros que no sentían al Sol en sus caras decían que esa asociación era irracional y antojadiza.
Los últimos desarrollaron sus precarias ciencias e impusieron la creencia de que el Sol era sólo un mito, porque no tenían evidencias concretas de su existencia, y claro, tampoco sabían que todos ellos eran ciegos.
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Algunos de nosotros sentimos a Dios, pero otros no. Todos carecemos del sentido que se necesita para verlo, y somo ciegos a su presencia, pero algunos percibimos su Amor en la cara...
