Para un niño, da casi lo mismo, si quiere la puede reemplazar con otra pieza que sea parecida y meterla a la fuerza o puede inventarse otra o lo deja así y le da igual.
Pero para los adultos, es un cuento muy diferente porque queda el hueco, porque podemos sentir la ausencia cada día y ese dolor vuelve una y otra vez. Esa pieza perdida resulta que es irremplazable, nunca más volveremos a experimentar esa alegría o ese amor, porque era exclusivo de esa pieza perdida.
La falla de conciencia de los niños les salva de este dolor, ¿o será que ellos saben algo que nosotros hemos olvidado?
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Sibarel, la ausencia es lo más presente...