Han dice: “Sin la presencia del otro, la comunicación degenera en un intercambio de información: las relaciones se reemplazan por las conexiones, y así solo se enlaza con lo igual; la comunicación digital es solo vista, hemos perdido todos los sentidos; estamos en una fase debilitada de la comunicación, como nunca: la comunicación global y de los likes solo consiente a los que son más iguales a uno; ¡lo igual no duele!”
Me parece que se apunta una gran nota aquí. Hablamos de
sesgo de confirmación que castra profundamente el ejercicio de la tolerancia
vivificante y multicultural, en definitiva, de un vacío social y emocional.
Si la causa es la tecnología, la responsabilidad sigue
siendo nuestra. Aquí aplica perfectamente esa historia de la rana en una olla
con agua fría, a la que se le sube la temperatura lentamente hasta que la rana
se cocina por completo, porque si se la hubiera puesto de buenas a primeras en
el agua hirviendo no habría duda en saltar y huir rápidamente.
La tecnología frío nuestros cerebros, somos zombis tecnológicos
que sólo consumimos bits en vez de respirar profundo y deleitarnos con un bello
paisaje, porque todo se trata de producir o de tener más seguidores o tener más
likes, ¿qué importa la vida real? ¿qué importan las relaciones reales esas que
se basan en abrazos? La presencia humana es prescindible si está presente en
forma telemática, si hace teletrabajo, etc. Pero eso es una gran mentira, pues
si la presencia humana, si la forma humana no existe, entonces todo lo demás
tampoco.
Hace tiempo planteé que a las cuatro dimensiones
espaciotemporales les habíamos sumado una quinta dimensión virtual o digital,
que es ortogonal a las anteriores y que expandió nuestro universo del mismo modo
que los números imaginarios expandieron a los números reales para generar los
números complejos, y este divertimento de las matemáticas resultó ser muy útil
para modelar los fenómenos electromagnéticos y poco más, pues es INUTIL para
todo lo demás.
Pues bien, eso tenemos aquí y ahora, una dimensión extra,
que es muy útil para algunas cosas, pero que es inútil para lo demás, y el
problema aquí es esa ceguera tecnócrata que pretende finalmente digitalizar al
hombre mismo para que todo converja en esta nueva dimensión, en vez de ser un
simple complemento utilitario para un reducido fin específico.
¿Y dónde está el problema? Evidentemente no en la tecnología,
el problema está en nosotros, el problema está en lo humano y nuestra lenta
capacidad de evolución y adaptación frente a alienante ritmo de las TICs. Y
para los tecnócratas eso tampoco es un problema porque pronto nos harán un
upgrade, porque el transhumanismo ya viene, porque todos seremos Borgs.
Siendo un ingeniero civil electricista, amante de la tecnología,
veo un escenario deshumanizado que no me gusta para nada, creo necesario escuchar,
leer a Han y otros filósofos contemporáneos que ven el precipicio al que nos
dirigimos, porque ya vemos las profundas secuelas en los más jóvenes y esta
pandemia lo está empeorando todo al favorecer aún más esta tecnología
alienante.
La solución es volver a lo humano, al ritmo humano, al
contacto humano o dejaremos de ser humanos. Y como ya dije antes, a los
empresarios les sirven muchos más los esclavos, los robots, que los bellos
seres humanos. Pero la pregunta es ¿qué nos sirve a nosotros?
Sibarel