Han dice: “Yo soy diferente; estoy envuelto de aparatos
analógicos: tuve dos pianos de 400 kilos y durante tres años he cultivado un
jardín secreto que me ha dado contacto con la realidad: colores, olores,
sensaciones... Me ha permitido percatarme de la alteridad de la tierra: la
tierra tenía peso, todo lo hacía con las manos; lo digital no pesa, no huele,
no opone resistencia, pasas un dedo y ya está... Es la abolición de la realidad…”
Imposible estar más de acuerdo con él. Yo siempre disfruté de mis paseos por la
playa, cualquiera de las de Chile. O mis
caminatas por el Parque O’Higgins. En
todos esos lugares me reconectaba conmigo mismo a la vez que con la Tierra.
¿Somos uno no?
En internet puedo ser mil caras del Sibarel, pero aquí y
ahora, unplug, soy materia y espíritu, soy energía al estilo del
Kybalión, Einstein o Tesla en una bella ensalada cuántica. Y aunque todo no sea
más que una ilusión de mis sentidos y la alucinación que provocan en mi
cerebro, esa tangibilidad, esa experiencia física es el camino hacia el Todo,
lo Absoluto.
Claro que construí mi jardín como Han, bueno no como él, tengo
un inmenso jardín y allí monté mi espacio personal para disfrutarlo, para hacer
mis ejercicios, para tomar mi café y mirar las nubes pasar. Para ser y estar,
en lo real y no la ortogonal dimensión de lo virtual.
Sibarel