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l liderazgo es un asunto de variable compleja porque tiene
una parte real y otra imaginaria (chiste para los ingenieros). Pitágoras
hubiera alucinado de haber conocido los números imaginarios y así habría podido
resolver aquellos problemas “complejos” que se les escaparon de entre los dedos;
su profusa gnosis numeral oriental, ahora sería compleja, le hubiera abierto
portales a otros planos herméticos que ni si quiera pudo imaginar.
Volviendo al tema, la parte real del liderazgo es el
complejo trabajo con las personas que han de sacar adelante el proyecto o la
tarea. Porque cada persona es diferente, tiene sus propias competencias e
intereses. Cada una requiere una atención única en función de quién es. Y este
punto es muy especial, porque si la persona no se conoce a sí misma, es
imposible que nadie más le conozca, así tal cual, imposible.
La parte imaginaria del liderazgo, es otro asunto, es el
complejo arte de transmitir a las personas la visión del líder, esa mirada visionaria
que ve un oasis dónde hoy sólo hay un desierto. Porque esa idea choca contra la
realidad individual de cada uno, que se rige por sus propios intereses y,
digámoslo claro, ambiciones y a veces egoístas ambiciones.
Todos probablemente, o con más certeza, la mayoría, hemos
escuchado esa historia de los 3 obreros a los que les pregunta el jefe, ¿qué
haces? El primero responde que está apilando ladrillos, el segundo, que está levantando
un muro y el tercero, bueno, él está construyendo una Catedral, no obstante,
todos están realizando el mismo trabajo.
Entonces, el desafío del líder es que imaginemos esa
Catedral, lo que ella representa, el servicio que prestará para la comunidad, todo
lo bueno que ello traerá, y de lo cuál ya forman parte todos los que están
trabajando. Pero este trabajo, que tiene sin duda una complejidad técnica, se
debe conjugar con una complejidad humana, actual, contemporánea y pandémica.
La gente quiere trabajar 4 días a la semana, ojalá desde la
casa y sólo en un horario de 9 a 6 (tomando desayuno de 9 a 10), ganando lo
máximo posible, tal que si alguien ofrece un 10% más entonces se cambiarán. ¡Piedad
para los que sufren!
Las catedrales no se pueden construir en forma telemática, o
al menos no en el presente. Entonces, la
visión del líder, lo que existe en su imaginación, se queda ahí, ya no es algo
concretizable, es sólo algo abstracto que sin imaginación se vuelve
inalcanzable para todos los demás.
El problema termina siendo que ya nadie construye catedrales
ni levanta muros, sólo apilan ladrillos, por lo tanto, la única motivación real
es el sueldo, que si es fijo, entonces afectará tanto la calidad como la
cantidad de ladrillos apilados. Yo no tomaría una siesta bajo la sombra de ese
muro.
Ser Líder hoy es sin duda un problema de variable compleja.
Quien quiera ser líder, debe estudiar en forma permanente, no sólo los
elementos objetivos (técnicos) de su trabajo sino también lo subjetivo (¿quiénes
son sus trabajadores?), o la tasa de recambio de personal será muy alta y nunca
se tendrá la experiencia suficiente para ganar el éxito del Oasis por Catedral,
dónde todos serán felices, o al menos más que ahora.
Construir “catedrales” en el siglo XXI pandémico y post
pandémico, es y será por lejos mucho mejor que picar piedras y la solución de
esta variable compleja tiene que ver con lo que es nuestra naturaleza basal,
somos seres gregarios, lo sepamos o no, nos gusten los abrazos o no, y por
tanto es ahí dónde se debe resolver esta dicotomía, generando un clima laboral,
aquí y ahora, que sea el soporte de todo lo demás que pueda faltar en un momento
determinado. Sólo así se construirá el puente entre el presente y el futuro (presente
continuo).
Sibarel