Por sorprendente que les parezca a algunos, efectivamente Dios existe, o el Ser Supremo si les parece mejor nombre, y no tiene nada ver que con el Dios de Baruch Spinoza.
Vamos por partes. Casi por definición de lo que es Dios,
podemos concluir que es incognoscible para nosotros, no le podemos definir, no
podemos conocer su naturaleza ni esencia, es infinito, es eterno, en conclusión,
podemos afirmar que está fuera de nuestro espacio-tiempo. Ni si quiera podemos
asegurar que está vivo, pues es completamente diferente a todo lo que
conocemos. Ya la Kabbalah nos prepara para este problema cuando nos enseña que
incluso las piedras están vivas, o el Kybalión cuando nos dice que todo es
mente.
Visto así, es fácil entender por qué llevamos milenios sin
llegar a un punto de acuerdo entre todos los creyentes, los agnósticos y los
ateos, pues el método científico no sirve para nada en este caso, ¿o sí?
Veamos entonces algunas verdades que nos dice la Ciencia.
Primero, el Universo es autocontenido, ¿qué quiere decir esto? Pues que no
tiene bordes o fronteras, es decir, no existe nada que pueda estar fuera del
Universo. Y la única forma para que esto sea posible es que debe existir al
menos una cuarta dimensión física. Tomando este postulado como verdad, entonces
es obvio que nuestra naturaleza está limitada y no la podemos percibir, por lo
que han de existir infinitos planos de existencia que desconocemos.
Lo siguiente que podemos observar, es que la Ciencia no
resuelve el problema de la Creación con el Big Bang, sino que plantea una
recursividad infinita. Es decir, hubo una fluctuación de vacío que por motivos
desconocidos inició un proceso súper inflacionario y dio origen a este universo
autocontenido, pero… Esto requiere una energía colosal, ¿dónde estaba esa
energía, de dónde proviene? Lo que vemos aquí nos permite reafirmar que han de
existir más dimensiones que las que conocemos y que es a través de esos planos
existenciales es que se produjo un trasvasije energético que permitió crear la
materia de nuestro universo. Es que no hay otra opción, si la energía ni se
crea ni se destruye.
Así que definitivamente debemos aceptar la existencia de una
dimensión que es desconocida para nosotros, dónde existe al menos una energía “infinita”,
pero si hay energía allí entonces es muy probable que también haya materia, tal
vez no bariónica como la nuestra, pero “materia” al fin.
Ah, y entonces, ahora podemos volver al inicio de este
artículo. Decíamos que Dios no es de este Universo, y acabamos de descubrir que
existen otros planos existenciales fuera de nuestro Universo. Por lo tanto,
esto hace que sean completamente plausible todas esas ideas que nos señalan que
Dios está fuera de nuestro Universo y que su naturaleza es completamente diferente
a la nuestra, con atributos como infinito y eterno.
Por otra parte, ideas como que todo es mente o que Dios creó
el Universo meditando, nos vienen guiando desde hace milenios, y efectivamente podríamos
estar viendo una especie de holograma o viviendo dentro de una “Matrix” divina,
de ese Ser Supremo, que es la causa primera de todo, ya que la Ciencia aún no
puede explicar la causa primera del Big Bang sin caer en nuevos laberintos
infinitos.
Pero queda algo más, la inmortalidad del alma. Ya es muy
contundente toda la evidencia de experiencias cercanas a la muerte y
reencarnaciones como para seguir negando la inmortalidad del alma y su viaje a
otros planos existenciales. Esto ya lo podemos resolver fácilmente con esta cuarta
dimensión o las que sean adicionales, pues es evidencia que la naturaleza de nuestra
alma no es tridimensional, sino que existe además en esas otras dimensiones, lo
que en definitiva le permite acceder a los demás planos existenciales y operar
de la forma en que opera. La existencia del alma, más todos los otros
antecedentes, forman un conjunto de pruebas irrefutables sobre la existencia de
Dios aunque sigamos sin entender su naturaleza e intenciones, que han de ser
buenas porque de otra forma ya lo tendríamos bastante claro.
Sibarel, acceder a Dios es tan fácil como imposible…
pero nuestro destino es la reunificación con Él.